Por Francisco Pereda
Cuando Pablo Neruda se refiere a los Conquistadores de América nos dice: “Se llevaron el oro y nos dejaron el oro, se llevaron todo y nos dejaron todo…nos dejaron las palabras”.
Un día como hoy hace 500 años, aquella alegre mañana del sábado 8 de noviembre de 1519, en la convergencia de la Av. Pino Suárez y la calle República de El Salvador en el Centro Histórico de la Ciudad de México, se encuentran por primera vez cara a cara el Emperador Moctezuma II y Hernán Cortés.
Ya tenían noticias el uno del otro. Moctezuma sabía que naves extranjeras merodeaban las costas de Veracruz y que los Mayas no los recibieron bien. En 1502, Cortés llegó a América en busca de fortuna. Llegó a ser admirado por sus acciones bélicas, no era un hombre culto, pero sabía impresionar a la gente con su léxico florido.
Moctezuma llegó acompañado de 200 señores, en litera decorada con plumas y piedras preciosas. Cortés iba a caballo, tenía armaduras, cañones, armas de fuego, perros de cacería, un sacerdote, un fraile y mujeres entregadas como tributo, entre ellas Malinalli Tenepatl ( Doña Marina, “La Malinche”).
Moctezuma lo recibe con grandes honores y lo invita a su palacio, pero de nada sirvió la bienvenida. El plan de Cortés era tomar como rehén a Moctezuma y decreta darle “La muerte por hierro”. Una vez logrado esto, exige que le entreguen todo el oro posible. Su objetivo final era hacer realidad el sueño de Carlos I: Destruir el Imperio Mexica para imponer la fe Católica y usurpar esos territorios para la Corona Española.
Moctezuma, mezcla su admiración sincera con el Síndrome de Estocolmo, mantuvo una amistad extraña con el hombre que quería derribar su Imperio. Pues al reconocer la autoridad del Rey de España y aceptar ser bautizado bajo la fe cristiana perdió la admiración y el respeto de su pueblo.
Cortés mandó arrasar el Templo Mayor y ordena la matanza de Cholula que cobró la vida de 6 mil nativos.
Cuando los ejércitos invasores regresan en junio de 1520, los mexicas comandados por Cuitláhuac, ofrecen resistencia y las tropas españolas huyen a Tacuba pero son derrotadas por los Mexicas, perdieron hombres, tesoros, artillería y caballos; fue una de las peores derrotas.
La NOCHE TRISTE fue la del 1 de julio, aquí Cortés perdió su famosa mula cargada de oro, hecho que le dolió más que la muerte de sus soldados.
Años más tarde, siguiendo el ejemplo de su tío Hernán Cortés, aunque usted no lo crea, Francisco Pizarro inicia su viaje al IMPERIO DEL SOL.